Anticiparse para paliar las consecuencias del COVID-19

En la medida que nos adentramos en el hasta ahora desconocido fenómeno de la «desescalada» empezamos a ser conscientes de la complejidad de la presente crisis sanitaria. Al más que necesario desconfinamiento por fases, se une el chorreo normativo de instrucciones más que confusas emanadas de las instituciones públicas y lo delicado de todo el proceso que los medios de comunicación convenientemente se encargan de recordarnos cada vez que las terrazas se atiborran de imprudentes ciudadanos deseosos de retornar a la normalidad.

Si a ello unimos la posibilidad de un rebote de la pandemia con los fríos del otoño y que la OMS vaticina que el coronavirus pase a convertirse en una infección endémica a semejanza del SIDA, el futuro a medio plazo que aguarda, especialmente a las empresas y autónomos es todo menos halagüeño.

Conviene por lo tanto estar preparados para los tiempos venideros, lo que nos lleva a reflexionar sobre las medidas que podemos llevar a cabo para paliar los daños que las consecuencias económicas de esta crisis con seguridad nos van a infligir, con el objetivo de superarla o en el peor de los casos de salir con cierta dignidad de la misma.

Tal reflexión ha de partir de las consecuencias inmediatas derivadas de la paralización de actividades, especialmente aquellas consideradas como no esenciales por el ejecutivo. Para éstas, la principal prioridad es conseguir la liquidez necesaria para afrontar sus costes fijos ante la ausencia de ingresos.

Ante la mas que probable carencia de reservas de tesorería para hacer frente a este efecto, el recurso más inmediato será recurrir a la financiación bancaria, de entre la que la ofrecida por el estado y las comunidades autónomas, en muchos casos con intereses subvencionados o avales públicos resulta una opción muy recomendable.

Solventado el escollo más inmediato procede la valoración del presente contexto de crisis y la estimación de las posibilidades de supervivencia del proyecto empresarial en el medio plazo y para ello la única herramienta eficaz es la PREVISION y la toma ágil y pragmática de decisiones por el empresario o el autónomo.

La presente ha empezado siendo una crisis de oferta, provocada por la paralización productiva derivada del confinamiento y es previsible que en el corto plazo derive a una crisis de demanda, una vez que los hogares se vean resentidos por la disminución de ingresos, consecuencia de los ERTES y los despidos que sin duda se van a producir. A medio plazo, la caída de la demanda probablemente se vea agravada por la subida impositiva que se avecina, necesaria para el reajuste de las cuentas públicas tras el dispendio necesario para atajar la pandemia.

Frente a este panorama habremos de valorar de forma objetiva y en base previsiones económicas y financieras (tesorería, cuentas de explotación, etc.) las posibilidades reales de subsistencia del negocio, anticipando en caso contrario las medidas y escenarios que se abrirían para conseguir una liquidación ordenada del mismo y lo más importante, la salvaguarda de nuestro patrimonio para retomar un nuevo proyecto en el momento en que las condiciones sean más favorables.

El análisis descrito de forma muy sintética en las líneas anteriores, requiere de una alta dosis de diligencia y pragmatismo por parte del empresario, el cual deberá apoyarse en sus expertos y asesores para evitar que los procesos de insolvencia desemboquen, además de en un mero desenlace empresarial no deseado, en un drama personal y familiar para el empresario.

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